lunes, 26 de julio de 2010

La mujer de cara negra

Sábado veinticuatro de julio del dos mil diez. Diez y algo de la mañana.

Cruzamos la pista sin usar el puente y buscamos una combi que nos lleve a Grau con Abancay. Buscaba ropa payasa y antes de encontrarla la encontré a ella. O ella nos encontró.

Tenía la cara negra, un gorro viejo, ropa vieja (pero al menos se veía abrigada), los pies vendados y sandalias (sus pies no se veían tan abrigados). Estaba sentada en el paradero sobre un cartón. Para mayor comodidad, me imagino, extra confort.

Primero la vi y ella no me vio. Me acerqué, nerviosa. Que si había desayunado. Que no. Que ya venía, entonces. Dos quinuas y dos panes, uno con chorizo y uno con pollo le compramos. Le serví la quinua en el vaso y no se demoró nada en tomarlo. Así debía ser el hambre seguro. No sabía que decirle hasta que escupió algo. ¿Está con pepa? Pregunté y me reí. Es el clavo de olor que le ponen. Se ríe. Cuando dos personas se ríen todo está bien. ¿Qué le pasó en el pie? Pregunté sin reírme. Pero no miré su pie. Miré su rostro negro y sus ojos claros. Eran hermosos. Debe haber sido una mujer hermosa. Es una mujer hermosa, pero el mundo la ha puesto fea. Se le había infectado -el pie- de tanto caminar. Pero no le hizo caso, porque como la habían operado hace no mucho, seguro era de eso. (La operaron porque la atropellaron). Pero ahora lo tenía infectado. Materia me ha salido. Y por qué no va a un hospital. Por plata, no tengo. ¿Cuánto cuesta? Una amiga pagó la última vez y en la cola le dijo que cien soles, por la gaza, la venda y todo. ¿Cien soles? Miérda. Hasta para mí era bastante. Sírveme todo. Se acabó la quinua. Cuatro vasos. Si siempre estaba ahí. Sí. Excepto los domingos. A veces voy al grifo en veintiocho, la avenida. No pregunté por qué. Pero por eso no la había visto antes. Yo siempre vengo los domingos. Somos payasas. No entendió, creo.

Ya me tenía que ir, le dije. En realidad no tenía, pero ya era hora. No le prometí nada. Pero si me despedí, como se despide uno de un amigo. Ella sigue ahí, yo sigo acá. Yo no pude cambiar su mundo, sólo le di comida. Yo no sé como curar su pie. Hay gente que sabe, médicos, enfermeras, gente que cura. Por favor, curen su pie. Yo seguiré llevando comida. Conversando con ella. En la avenida Brasil, frente al hospital del niño.

1 comentario:

  1. "Nunca han visto un ángel"?...
    "Jajaja! Uhmm sí, pero de carne y hueso"...
    "Claro, de carne y hueso".
    La mujer de cara negra vió uno, también! :)

    ResponderEliminar